La voluntad y el compromiso de los países contra el cambio climático fueron el caldo de cultivo que culminó en la firma del Acuerdo de París. El propósito de este pacto no es otro que reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático. Se trata de un compromiso vinculante y multilateral, en el que todos las Partes firmantes se han unido por esta causa común.
¿Cuál fue el punto de partida del Acuerdo de París?
Este tratado internacional sobre el cambio climático se firmó el 12 de diciembre de 2015 y entró en vigor el 4 de noviembre de 2016. La Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21), celebrada en la capital de Francia, fue su génesis.
Estas conversaciones y negociaciones sostenidas en París fueron, sin lugar a dudas, un hito histórico ya que un gran número de países —desarrollados y en vías de desarrollo— apostaron por un compromiso global frente al cambio climático. Actualmente este acuerdo está firmado por 193 Partes (192 países más la Unión Europea).
El Acuerdo de París incluye compromisos de todos los países para reducir sus emisiones y aumentar sus compromisos con el tiempo. También incluye la colaboración entre países para que los más desarrollados ayuden a las naciones en desarrollo a mitigar y adaptarse al cambio climático.
Por tanto, el Acuerdo de París proporciona un marco duradero para dirigir el esfuerzo global durante las próximas décadas hacia un mundo con cero emisiones netas. En paralelo, se siguen programando conferencias anuales de Naciones Unidas sobre el cambio climático. Por ejemplo, la COP 26 celebrada en Glasgow, Reino Unido, en 2021.
El objetivo del acuerdo
Los firmantes de este acuerdo sobre el cambio climático especificaron como principal objetivo:
Evitar que el incremento de la temperatura media mundial supere los 2ºC con respecto a los niveles preindustriales.
En este sentido, busca promover esfuerzos adicionales que hagan posible que el calentamiento global no supere los 1,5ºC. El Acuerdo es muy ambicioso en lo que respecta por tanto, en reducir los riesgo e impactos del cambio climático en todo el planeta. También incluye los elementos necesarios para alcanzar ese objetivo.
El Acuerdo también reconoce la necesidad de que las emisiones globales comiencen a descender, consiguiendo un equilibrio entre las emisiones y las absorciones de gases de efecto invernadero en las segunda mitad de siglo.
A largo plazo, las partes también acordaron el objetivo de aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático, fomentar la resiliencia al clima y el desarrollo de bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de manera que la producción de alimentos no se viera amenazada.
Para alcanzar estos objetivos, es preciso ayudar a aumentar la capacidad de los países más vulnerables, en consonancia con sus propios objetivos nacionales, y movilizar y proporcionar los recursos financieros necesarios. El Acuerdo también prevé un marco mejorado de transparencia para la acción y el apoyo.
¿Cómo funciona?
El Acuerdo de París no es un mero marco teórico, sino que es un plan de acción perfectamente articulado y definido. Así, asume que es necesaria una transformación social y económica, apoyada en la ciencia, para alcanzar sus metas.
Para conseguir mitigar el cambio climático, el Acuerdo exige a las Partes ciertos objetivos a su alcance, mediante las Contribuciones determinadas a nivel nacional o NDC (por sus siglas en inglés) y además, que comuniquen periódicamente sus emisiones y sus esfuerzos de aplicación.
Cada 5 años, se evalúa el progreso de las Partes hacia el logro del propósito. También se informa sobre nuevas medidas individuales de las Partes.
Estas NDC se traducen en los esfuerzos de cada país para reducir las emisiones nacionales y adaptarse a los efectos del cambio climático. El Acuerdo requiere que todas las Partes preparen, comuniquen y mantengan estos NDC y así determinar si se alcanzan los objetivos que el Acuerdo planteó a largo plazo.
La primera ronda de NDC se pidió para antes del 2020 y a partir de ahí, cada 5 años independientemente de los plazos de aplicación.
El Acuerdo reconoce que alcanzar el máximo de emisiones previo al descenso llevará más tiempo a las Partes que son países en desarrollo, y que las reducciones de las emisiones se realizan sobre la base de la equidad y en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza, que son prioridades fundamentales para muchos países en desarrollo.
Cada plan climático o NDC refleja la ambición de las Partes de reducir las emisiones, teniendo en cuenta sus circunstancias y capacidades.
El apoyo entre países
Esta idea se sustenta, sobre todo, en la solidaridad, la colaboración y el impulso entre los países que integran este acuerdo. Este respaldo se concreta en tres ámbitos:
- En términos económicos, los países desarrollados deben asumir su papel protagonista y ofrecer apoyo financiero a los más vulnerables y con inferiores dotaciones. También se anima a realizar aportaciones voluntarias. Al fin y al cabo, llevar a cabo inversiones a gran escala es un requisito fundamental para reducir sustancialmente las emisiones y alcanzar el objetivo compartido.
- En materia tecnológica, esta resulta esencial para conseguir la resiliencia al cambio climático y la reducción de emisiones. En ese sentido, el acuerdo ha impulsado un marco y un mecanismo tecnológico que se acelerará mediante la transferencia de los recursos y la aplicación de nuevos avances digitales.
- Los países menos capacitados para estos esfuerzos han de recibir el apoyo de la capacidad de los más desarrollados.
Algunos datos esperanzadores
El cambio climático es uno de los riesgos mundiales más importantes actualmente. Por ello, este trabajo compartido e impulsado por todos los países en el Acuerdo de París ha de ser constante en el tiempo para que desemboque en resultados de calado.
No cabe duda que poner de acuerdo a todo el mundo para moverlos a la acción climática de forma solidaria no es sencillo. Poco a poco, este acuerdo parisino va consiguiendo avances significativos que invitan al optimismo.
Actualmente, el mayor emisor global de CO2 es China. No obstante, la buena noticia es que ha afirmado un objetivo muy interesante: alcanzar en 2030 su pico de emisiones. Además, asegura que será neutral en carbono antes de 2060. Sus vecinos, Corea del Sur y Japón, tienen el propósito de serlo una década antes.
Por su parte, Estados Unidos ha regresado al Acuerdo de París tras ausentarse de él durante el mandato de Donald Trump. Respecto a la Unión Europea ha elevado su objetivo de recorte de emisiones en 2030 desde el 40 al 55 %. Y Reino Unido lo ha subido del 53 al 68 %.